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MARÍA DÍAZ DE CERIO NOS CUENTA SU EXPERIENCIA EN HONDURAS

Después de haber estado varios meses en tierras hondureñas, María Díaz de Cerio una joven que ha dejado huellas en muchas personas hondureñas ha regresado a su lugar de origen con una buena experiencia y aprendizaje de los distintos proyectos de ACOES y de la realidad de Honduras. Nos comparte una parte de sus experiencias vividas con personas y proyectos.

«Antes de mi llegada a Honduras creía estar preparada para lo que me iba a encontrar allá, pero la verdad es que nunca se está del todo lista para ello, por mucho que hayas leído, formado e informado, el choque de realidades es brutal y no deja indiferente a nadie.

Mis primeros meses en Tegucigalpa coincidieron con el inicio del curso escolar, por lo que mi primera colaboración fue con la escuela Santa Clara, como profesora de inglés. Compartir clases y espacios con alumnado, profes, cocineras, familias… me hizo conocer las difíciles situaciones que se viven en la colonia y entender así, cómo la presencia del proyecto ofrece los medios y oportunidades para que la juventud pueda optar a seguir estudiando y formándose, cambiando así el rumbo de sus futuros. Esta experiencia fue mi primer cara a cara con la realidad hondureña y la verdad que fue un gran reto con el que aprendí mucho en todos los sentidos y me dio herramientas para lo que me esperaba más adelante.

Paralelamente, durante los fines de semana, salía con el equipo de “Becas” o “Maestro en Casa” a las diferentes comunidades del país, donde pude descubrir otras realidades de la vida rural. A veces repartíamos comida, otras ayudábamos a escribir las cartas a los padrinos o madrinas, entregar uniformes, zapatos, llevar mochilas y útiles escolares, dar charlas, impartir talleres, capacitaciones…. Diferentes tareas pero un mismo objetivo al fin y al cabo, llevar el proyecto a los lugares más remotos y poder brindar la oportunidad de estudiar a niños, niñas y jóvenes que la querían aprovechar, intentándoles facilitar ese duro camino del que parten, porque aunque la educación es un derecho universal, la realidad es que las condiciones de muchos/as niños/as son muy difíciles e incómodas (caminar 2h de ida y 2h de vuelta a la escuela, sortear las subidas del río, falta de electricidad en las aulas…

Fue en esas salidas y viajes de camión y paila cuando me enamoré de “Maestro en Casa” y comencé mi colaboración con este equipo, donde mis labores iniciales consistían en apoyar en la organización de los talleres de reforzamiento a los que acudían jóvenes de diferentes comunidades rurales a las instalaciones de Tegucigalpa para recibir cursos intensivos de diversas materias. Además, el objetivo era darles a conocer la forma de trabajo de las casas populorum, que viesen en primera persona el funcionamiento de ACOES y que conociesen las oportunidades que tenían para continuar sus estudios universitarios. Fue para mí una experiencia que viví con gran entusiasmo e intensidad, con la que pude compartir mucho tiempo con todos/as los/as jóvenes que se animaron a venir a cada uno de los talleres, con quienes fui creando un gran vínculo y confianza que me ayudó a comprender su realidad y valentía por apostar por seguir formándose.

Tuve la oportunidad, además, de escaparme unas semanas a la comunidad de El Rifle donde están mi querida Rosa y Adrián haciendo un magnífico trabajo al frente de la escuela San Cayetano junto al resto del equipo de profes. Mis días allá fueron una de las experiencias más auténticas donde viví más de cerca la verdadera vida en una comunidad rural, lejos de las comodidades y cerca de las personas. El fin de semana bajábamos a la populorum de Marcala donde compartíamos experiencias y tareas con los muchachos y donde pude aprender mucho de Alfonso y Emilio, misioneros curtidos de gran experiencia.

Gracias a “Maestro en Casa” surgió la oportunidad de trasladarme a la populorum San Eugenio de Copán, donde anteriormente había estado Carmen y mi paisano Miguel. Se presentaba por delante mi última etapa en Honduras, con un gran reto que tuve el placer de compartir con mi querida Patricia. Mi labor principal consistía en estar al tanto del grupo de jóvenes que llegaban de sus respectivas comunidades (Valle, El paraíso y Francisco Morazán) para la preparación de la PAA (Prueba de Actitud Académica) y llevar el timón de sus clases de matemáticas. En un principio supuso un gran cambio para todas, nuevos horarios, rutinas, metodologías … pero conseguimos hacerle frente y salir airosas.

El día a día en Copán era como el de cualquier populorum, pues giraba en torno al estudio y las diversas colaboraciones, labores que las niñas desempeñaban con gran dedicación y esfuerzo, pero con algo más de sosiego que en la capital. El aprendizaje más grande que me llevó de allá es el arte de convivir lidiando con las múltiples y diversas realidades y situaciones que surgen en lo cotidiano donde está la verdadera esencia de nuestros días.

De toda esta aventura me quedo con la necesidad de trabajar como sociedad para conseguir un mundo más justo e igualitario, donde las oportunidades (sobre todo educativas), sean accesibles de manera universal, pero sobre todo me quedo con las PERSONAS que he conocido, con un trocito de su historia, de su verdad, de todos los aprendizajes y testimonios y con la ilusión y esperanza de poder volver pronto a tierras catrachas».